Y ahí fue cuando sucedió todo.

El hombre se acercó al colectivo y comenzó a dibujar sobre la superficie cubierta de polvo y salpicada de barro. El dibujo era evidentemente para mí. Atenta y ansiosa lo seguía con la mirada. Delineó hábilmente parte del mapa de la Argentina y el contorno de la provincia de Buenos Aires. Me miró, e indicando que era mi turno, me dice:
-Où?
Sobre su dibujo, marqué la ciudad de Buenos Aires con un círculo, y un poco hacia el Oeste, con otro, mi pueblo. Contesté:
-General Rodríguez.
Reímos juntos, por fin. Recuerdo nuestras manos sucias; las caras plenas de satisfación por el obstáculo sorteado y la comunicación establecida.
Imagen: mátyás szaqqi
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