Me pasa a veces que leo poemas en inglés y empiezo a escuchar la traducción simultánea en mi mente como un eco, una voz más grave, ávida de regar terruño en español.
Certain words now in our knowledge we will not use again, and we will never forget them. We need them. Like the back of the picture. Like our marrow, and the color in our veins. We shine the lantern of our sleep on them, to make sure, and there they are, trembling already for the day of witness. They will be buried with us, and rise with the rest.
Esbozo una versión. Aunque no me convencen algunos matices.
Hay palabras que conocemos, que ya no vamos a utilizar jamás, y que nunca olvidaremos. Las necesitamos. Como al reverso de la foto. Como a la savia y al color de nuestras venas. Reflejamos la lumbre de nuestro sueño con ellas, para reconfortarnos, y ahí están, temblando ante el día de testigo. Serán sepultadas con nosotros y resucitarán con el resto.
Imagino que disienten conmigo cada dos palabras. Es justo y necesario. Encima, para traducirmarrow por savia, no le pedí permiso a ninguna fuente.
Ahora bien, ¿Cómo se puede traducir algo tan conciso sin ser un perfecto traditore? Díganme cómo se buscan palabras que no resuciten connotaciones desde el lugar concreto de nuestra mente donde el poema hace un ruido bárbaro ante la primera lectura. No es que la infancia o el lenguaje vuelven. Tampoco es que todo lo vivido no ha muerto. La realidad vestida de lenguaje es, a veces, una representación incómoda. Es como el color de las venas -como dice Mervin-secreto, profundo, y hasta puede dar espanto si se piensa con detenimiento.
El lenguaje, en tanto que propiedad personal, es mitad herencia común y mitad único e irrepetible. Como las lecturas de poemas. Como los recuerdos intermitentes. La traducción, según intuyo esta mañana, tiene poco que hacer ahí. Se intenta, y punto.
1 comentario:
Dejo un link a una conversación en Buzz.
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