"...la idea de que alguien pudiese tener en su casa, al abrigo del mundo, algo escondido -un diario o lo que fuese- le pareció extraña, casi imposible..."
Al abrigo. Juan José Saer.
Encontré este video en el blog de Gustavo Cucuzza. Es una historia de 56 segundos. Muy reveladores.
Miro. Entonces me pregunto:
Si leyéramos nuestro historial de búsquedas en Google y lo viéramos como una historia, como un diario que escribimos de a poco y sin darnos cuenta, ¿cuál es la propia historia que nos revela Google, el gran narrador?
Si decidiéramos marcar los hitos de nuestra vida en una línea temporal, seguramente elegiríamos momentos de acción y no de escritura. Pero cuánto hay de nosotros, de nuestra realidad, oculto en el historial de lo que devoramos leyendo a diario.
¿Qué querríamos borrar? ¿Cuántas horas nos gustaría recuperar para vivir de otra manera?
Si, como decía Lennon, la vida es aquello que sucede mientras estamos haciendo planes, ¿cuál es tu vida mientras buscás en Google? Tus deseos, tus ganas de aprender y cambiar cosas están ahí. El perfil de esa persona en Facebook o Twitter, el artículo que tenía un título gancho que lo hacía insoslayable, la foto prohibida.
Más completo que cualquier nube de etiquetas hecha con la herramienta donde guardás tus favoritos, Google te dice qué día y a qué hora estabas ahí, buscando eso, volviendo a clicar con el correr de los días, casi obsesivamente, a horas en que mejor hubiese sido salir a buscarse una vida.
Al abrigo de Google hay muchos secretos, muchas historias. Historias que dejan huellas y fragmentos tuyos en las estadísticas y los contadores de visitas de muchos sitios donde nadie sabe, ni puede saber, qué ven o qué quieren ver. Historias que colecciona el cookie de la red social que, por simple virtud de existir, transforma tus deseos en commodities y sólo la providencia sabe lo que pueden hacer con eso.
Historias que nos vuelven en búsquedas de nuestro nombre como retazos de nuestro espejo. Retazos que algún Sherlock Holmes, experto en recursos humanos que cree saber mucho habiendo navegado poco y publicado nada, podría reconstruir a su antojo y dictarnos sentencia sin juicio. Espejo propio que muchos, más por mantener la salud que por miedo a avergonzarse, quisieran evitar. O simplemente cancelar todo con el botón del olvido en el historial y comprar la ilusión de que podemos empezar una vida nueva.
No leas más. Hacelo. Andá al historial de tu navegador y fijate qué historia, verdadera (lo terrible es que es verdadera), de tu vida te cuenta Google, el gran narrador.
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