ADDENDUS

Latín "aquello que debe sumarse". Pensamientos en beta perpetua.

24 de octubre de 2024

Yo no sé si escribir, pero está la lluvia

 


"... siempre el amor me llega con la lluvia."

Julia Prilutzki Farni

(1912-2002)


Es un clásico en la recurrencia de mis devaneos literarios: las ganas de escribir suelen emerger en los días de lluvia. Tal vez, la imperiosa carga de salir con paraguas, piloto, sandalias en vez de las botas de goma olvidadas a causa de la prisa, para volver a entrar a casa con los pies que traen el charco de la esquina anegada, inextricable, ineludible. Entonces, sacudir el paraguas, colgarlo en el lavadero, comer con hambre voraz algún almuerzo atrasado, para sorprenderse con el hallazgo de un insondable deseo de escribir.

A veces, yo no sé si escribir. Pero al deseo no le gustan las preguntas. Es casi un acto reflejo eso de buscar la hoja virtual en blanco y dejar que, al fin, suceda.

Hay un misterio críptico en el fluir de la escritura. Mi lenguaje da un brinco. Algo así como cuando uno se encuentra con una autoridad y automáticamente habla de usted. Pero, antes, no mucho antes, segundos previos, la mente conversaba afablemente consigo misma en otro idiolecto, tan propio y característico que uno ya cree que es indisoluble del nombre y apellido que a uno le tocó en suerte. Pero, el usted funciona como un trampolín a una circunvolución distinta de nuestra área de Broca. Y esa conjugación poco usada brota así, igual de familiar que las declinaciones diarias. Vuelve al recuerdo  esa manera de hablar sin que medie esfuerzo alguno, como vuelven las canciones patrias o la nostalgia de las horas de la siesta de mamá en medio de la casa grande,  embriagada de silencio. 

Un salto parecido y análogo -seguramente la ciencia explicará esta diafásica algún día- ocurre entre el fluir saltimbanqui de esa voz interna de pobre sintaxis que me persigue desde que me despierto, siempre con alguna oración in medias res, hasta que irrumpe el imperioso deseo de escribir. Entonces, ¡voilà! Ahí está de nuevo, esa otra voz de concatenación prolija, dicción pausada, que mecanografía y se revela de a poco, como una foto antigua sumergida en una cubeta en medio de un cuarto oscuro, y que solo así comienza a mostrar sus renovados colores, perfumes y silencios. 

El silencio es condición necesaria para escribir. Tal vez así escucho y transcribo lo que esa voz me dicta con acento suave entre presumido y pavoroso. Aunque no lo crean, no tengo mucho control de esa voz. No puedo decirle: ¿por qué no escribís sobre eso que convendría contar o  eso que otros quieren leer? No, no funciona así. Es una voz caprichosa, como la de un niño que estuvo encerrado mucho tiempo, esperando que se hiciera la hora en que la casa retoma la vida después de la apesadumbrada siesta y nos disponemos a continuar, como si nunca hubiera existido el hiato, en medio del bullicio de las tazas y de la tele a la hora del té. 

Entonces sí, rápido, a escribir. Vienen a borbotones palabras que mis amigos nunca me escucharon pronunciar, a entremezclarse con lo que quiero, o quiere esa voz atolondrada, decir. Si me apuran, les diré que es como una voz de sueño: junta retazos de vida remotos, fragmentos escritos hace tiempo en este blog, con las últimas páginas de la novela que leí ayer para plasmarlo todo junto, sin explicarme cómo. Intuyo que ese escribir tiene una función de limpieza cognoscitiva. Un barrido necesario, sobre todo, cuando nos gusta mucho leer a un autor y sentimos que nos tiñe la imaginación. Hay una necesidad de sacarse estructuras ajenas de encima para volver al equilibrio sereno de la propia y auténtica voz, con la esperanza de que, una vez templada la experiencia, poder recién ahí componer una identidad

Yo no sé si escribir es algo que deseo o me desea. De todos modos, diré que es una acción lenta, meditativa -aunque no siempre meditada- y bastante espontánea. Me deja un sabor a paz, a esencia vital hilvanada desde tiempos inmemorables, a restauración de algo perdido y, para mi suerte, casualmente hallado. Como si todo lo vivido se condensara en una sucesión de palabras que sí, que tienen que expresarse exactamente así, para que yo pueda volver a la rutina diaria con la certeza de que nos volveremos a encontrar, mi propia voz y yo, entre esas comas que nos impone la normativa de la vida y algún que otro punto aparte.


31 de mayo de 2024

Palabras en fuga: inteligencia artificial

 

El concepto mismo de inteligencia artificial se construye y deconstruye a medida que las máquinas emulan cada vez mejor a los humanos.

Leemos en la RAELeemos en la RAE:



Disponible desde el año 2015, la definición no guarda ningún peligro de reemplazo de un humano. Nadie piensa en la posibilidad de perder un puesto de trabajo ante semejante Una inteligencia que se compara con la humana. No más que eso.

Pero.

Es disruptiva.

En noviembre de 2023, encontramos esbozos de definiciones un poco más osadas que la de la RAE, como por ejemplo aquí aquí (en inglés):

"...definimos esta tecnología como la habilidad que poseen las máquinas para pensar, analizar, aprender, decidir de manera racional y análoga a como lo hacen los seres humanos."

La diferencia con la definición de la RAE es sutil y, a la vez, notoria: ya no es una tecnología que se compara a un humano, sino que hace lo mismo que hace un humano.

A eso vamos.

Esta semana de mayo de 2024, leí este artículo este artículo en el diario. Responde Eduardo Levy Yetati: 

–¿Qué análisis hacen del avance de la inteligencia artificial?

 

–La primera novedad de esta nueva inteligencia artificial es que ahora sí, como dice su nombre, reemplaza a la inteligencia humana. Hace cinco o 10 años las proyecciones eran que los trabajadores de calificación media o los trabajadores rutinarios perdían con relación a los trabajadores más calificados, y la conclusión era que había que estudiar más. Esta inteligencia artificial reemplaza el conocimiento, y entonces replantea completamente lo que entendemos por educación y por el trabajo a futuro, porque en algún momento va a reemplazar al ingeniero, al programador. Lo que nosotros pensábamos que eran las carreras del futuro hace 20 años, son las carreras del presente. Ese es el primer cambio importante y tiene varias connotaciones.


Leo eso otra vez. 

Entonces... la inteligencia artificial viene a ocupar el lugar de nuestro hijo adolescente que ya dejó atrás la etapa de admirarnos para empezar a desafiarnos. Ante las posibilidades de la inteligencia artificial nos volvimos lentos, viejos e incapacitados para emular su vertiginosa producción: un estado de perpetua fuga. Los chicos crecen y nos toca replantearnos qué haremos con ellos, con nosotros mismos o, tal vez, qué valdrá la pena hacer en el futuro.


29 de abril de 2024

Tiempo al tiempo

 

"...and all in war with Time for love of you

As he takes from you, I engraft you new."

William Shakespeare, soneto 15.


Todo lleva tiempo. Hasta entender qué hacemos con el tiempo mismo nos consume horas. Hemos reemplazado horas de lectura de ficción por libros que nos ayudan a dominar el tiempo. Lecturas fragmentarias que se meten en los intersticios del día de trabajo para dejarnos consejos que, valga la redundancia, llevarán tiempo poner en práctica.

Lo interesante es que no nos preguntamos por las ideas -más o menos- filosóficas en las que se engarzan esos consejos. Sabemos poco, o casi nada, acerca de los autores de los libros. De hecho, se vuelven famosos por el número de ventas y reediciones. A veces, sí llegamos a conocer algún episodio más o menos significativo en sus vidas. Desde una simple conversación reveladora hasta la traumática irrupción de alguna enfermedad con valor de epifanía. Todo se desencadena por algo. Todos esos hallazgos sobre el tiempo tuvieron su big bang.

En mi caso, durante años perseguí las cosas que quería hacer. Tuve la fortuna de encontrar momentos en los cuales lo que debía, quería y convenía hacer comulgaron casi sin mi ayuda. Hubo años de eso que algunos llaman flow. Si no es la felicidad, yo diría que se le parece mucho.

Pero el tiempo, o quizás la acumulación de cosas, mi propio addendus como lo expresé en el preámbulo de este blog, me llevó a toparme con los límites y vivenciar la tiranía del tiempo. Sumemos otro factor: un espíritu reacio a cambiar de gustos, más bien a ampliar el abanico de intereses. Entonces: el inevitable choque: no se puede hacer todo. O no todo el tiempo. O bien, bueno, así empezó mi búsqueda de lecturas sobre cómo alterar mi dieta de tiempo.

Hoy me siento un poco embarcada en una quimera. ¿Se podrá volver a esa sensación de equilibrio perdida? Si renunciar a encontrarla no es opción para mí, ¿Cuánto tiempo me llevará buscarla? Si el tiempo fuera una vid, yo me la paso podando sarmientos, esperanzada con que vuelvan a dar fruto.

31 de enero de 2024

Selecciones

Cuando era chica, me fascinaba la colección de revista de Selecciones de Reader's Digest. Una de mis tías tenía un armario con años y años de esas diminutas revistas. Se las prestaba a mi mamá y yo me apoltronaba a la hora de la siesta a leer y explorar una variedad de temas. Así descubría autores o temas que me interesaban.

Años más tarde, recuerdo ese ejercicio de descubrimiento en las bibliotecas. En especial, la Biblioteca del Centro Lincoln que estaba en la calle Florida era uno de mis reductos favoritos. El ambiente era ideal. Recorrer los estantes y descubrir obras. O tomar el libro que otro había dejado en la mesa donde exploraba mis opciones. 

La idea de cierre de una biblioteca me da tremenda tristeza. Pero, lo cierto es que ya no voy a bibliotecas. Contradicciones.

Esos antiguos descubrimientos cambiaron de escenario. Mi refugio favorito para descubrir lecturas es la librería del Ateneo Gran Splendid. Quizás, una de las más lindas del mundo. Allí hay mesas ratonas y sillones donde otros lectores dejan sus selecciones. Siempre alguna me tienta a curiosear. Jamás terminé comprando uno de esos libros, pero la mente juega con ellos.

Sin dudas, la mayor parte de mis lecturas hoy proviene de internet. Mi disco rígido está plagado de pdfs que no siempre llego a leer. Hay una voracidad en la adquisición de esas lecturas que contrasta con las horas de la siesta con el Reader's Digest. Hoy tenemos el acceso al mundo en la yema de los dedos. Las posibilidades de elección son casi infinitas. Esa adrenalina de acceder a todo tiene mucho de adictivo. 

Se plasma en la conciencia la imposibilidad de leerlo todo, la necesidad de tomar decisiones sobre qué leer y hasta dónde. El arte de diseñar nuestra edición de selecciones.


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Claudia Ceraso is a graduate teacher of English from IES Lenguas Vivas 'Juan Ramón Fernández' . She is also a Literary, Technical-Scientific Translator EN<>SP from IES Lenguas Vivas. She has studied History of Art at AAMBA. She has been teaching FCE courses at AACI -Asociación Argentina de Cultura Inglesa- since 2002. She is a Cambridge Speaking Examiner. Twitter @fceblog LinkedIn Mail: fceblog (at) gmail (dot) com My blogging projects are strictly personal and need not reflect the views of my employers.
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